Vuelvo
a sentir ese olor a mar que tanto he añorado…
París;
la ciudad de la luz, del amor, cuna del arte… me pasaría horas y horas hablando
de sus tantísimos rincones maravillosos que enamoran a todo el que pasea por
sus calles. Cierro los ojos y mi mente me traslada allí al instante. Los paseos
por la orilla del Sena o por los Campos Elíseos, las tardes de lectura a los
pies de la Torre Eiffel, las visitas al museo del Louvre o al museo Picasso…
hay tantas cosas que me fascinan de allí.
Pero
todo se desvanece cuando llego aquí y veo el mar. El agua sosegada de mi Málaga
querida. Y es que adoro sentarme en cualquier terraza del paseo y contemplar
como las olas rompen en las rocas, como bailan con la arena y vuelven a perderse mar adentro.
—¿Y
cuándo llegarán tus cosas?— es mamá. Las dos vamos sentadas en los asientos
traseros del coche, y papá conduce delante. Solo.
—Me
dijeron que entre 48 y 78 horas, y ya han pasado 24, así que supongo que entre
mañana y pasado tendrían que estar aquí—le digo observándola.
Hace
más de un año que no vuelvo a casa. El último curso, sus pertinentes exámenes,
el trabajo de final de carrera y el MIR me han tenido absorta. Juraría que ha
vuelto a hacerse algún retoque en la nariz, pero no oso preguntar. Con el
carácter que tiene mi madre…
—¿Has
visto lo guapo que está Rodrigo?—otra vez con el temita…
—Sí,
mamá.
—Ya
te lo decía yo. No te preocupes que esta misma noche he organizado una pequeña
fiesta de bienvenida, y le he invitado—Resoplo. Mamá y sus “pequeñas” fiestas.
Papá sigue callado, pero me mira por el retrovisor compasivo.
—¿Pero
no puedes dejar la fiesta para mañana? Me apetece descansar un poco… han sido
unos días…
—Está
todo organizado—sentencia. Qué remedio me toca.
Por
fin entramos en Marbella. El coche traza las últimas calles de la urbanización,
y por fin entramos al garaje. Un fuerte estruendo me sobresalta. Es mi
pequeñín, el labrador que me regaló mi abuela pocos días antes de morir. Abro
la puerta y se abalanza sobre mí llenándome de lametones.
—Para
Bruce, ¡quieto!—balbuceo tratando de zafarme de él. Salgo del coche y acompaño
a mi padre al maletero para coger mis cosas.
—¿Cómo
estás, nena?—me dice rodeándome con su brazo.
—Bien,
papá. Cansada de la despedida, de la mudanza, del viaje… ya sabes—me acurruca
entre sus brazos. He echado tanto de menos esos abrazos… Mi padre es el único
que logra hacerme sentir bien siempre.
Papá,
Alberto Torres, es el director de uno de los mejores hoteles de Marbella, el
Marbella Club Hotel. De pequeña me llevaba allí para pasar algo de tiempo
juntos montando a caballo, uno de los pocos momentos que podía disfrutar junto
a él porque siempre salía de casa antes de que me despertara, y volvía cuando
ya estaba dormida.
Me
ayuda a subir la maleta y aspiro el aroma de casa; una dulce fragancia de
flores frescas que me devuelve a mi niñez. Mi habitación está como siempre, con
mis ositos de peluche en la cama, el escritorio lleno de libros y mis
zapatillas justo debajo del radiador. Adoraba sentir el calor en mis pies al
levantarme en invierno.
Me
acerco al escritorio y revuelvo los libros. La mayoría son del primer año de
carrera. Anatomia humana, Bioestadistica y Biologia celular. Qué recuerdos…
Hoy
estoy algo más cerca de alcanzar mi sueño; ser pediatra. Tras cuatro años de
carrera y el examen MIR, por fin voy a empezar la especialización de pediatría.
Me esperan cuatro años de residente en el hospital que me han asignado, el
Hospital Internacional de Benalmádena. Desde que tengo uso de razón mi gran
vocación ha sido curar a los demás. Pasaba horas y horas sanando a mis muñecas,
a mis perros o a mi misma. Recuerdo que tenía un cofre de juguete con un
estetoscopio y utensilios varios que me ayudaban a ponerme en la piel de un
médico.
La
melodía de mi móvil me devuelve a la realidad.
—¿Ya
te has repuesto del encontronazo?—es Cristina.
—¿Qué
hablas?
—Tía,
el choque con Alborán. No me digas que ya no te acuerdas.
—¡Aahh!
Pensaba que hablabas de Rodrigo…
—¿Cómo
ha ido? ¿Tu madre sigue insistiendo, o qué? La cosa es que el chico no está
nada mal, ¿eh?
—Pues
mira, todo tuyo—bromeo. —Esta noche tienes la oportunidad.
—Lo
sé… me lo ha dicho mi madre al llegar. Por eso te llamo. ¿Tengo que venir muy
elegante a la fiesta?
—Pues
hombre, teniendo en cuenta que la ha organizado mi madre… puedes ir preparando
el vestido largo.
—Joder.
Ya podría haber preparado una fiesta en la piscina. Vaya ganas de arreglarse
ahora. Con lo cansada que estoy del viaje.
—Dímelo
a mí… no queda más remedio.
—Y
mañana hay que levantarse pronto para ir a la charla del hospital…
—Lo
sé, pero ya sabes cómo es mi madre. Si no organiza algo, no se queda tranquila.
En fin, te dejo que voy a ver qué me pongo esta noche..
—Vale,
te veo luego.
Cuelgo
y camino hasta la puerta de mi armario-vestidor. Enciendo la luz y veo la ropa
que llevo años sin ponerme. No tengo ganas de deshacer las maletas, así que
algo me servirá. Adoro la moda, concretamente los zapatos. Mi madre, ocupada
siempre con sus reuniones del club de campo y sus tonterías, no hacía más que
comprarme ropa y zapatos para tenerme contenta. Así que poco a poco fue
interesándome ese mundo. Mamá, Margaret Martin, y digo mamá porque así lo dicen
los papeles, y porque en definitiva estuve 9 meses en su vientre, es una de las
presidentas del club de campo de Marbella. Lugar por el que nunca me veréis
aparecer, más que nada porque el estatus social de la gente que acude no me
interesa lo más mínimo. Por mucho que creciera entre gente de ese tipo, las
nanas que me criaron, y en las que intentaba buscar el cariño que tanto me
faltaba, me asentaron los pies en el suelo.
Me
pruebo un vestido largo de color blanco. Creo que no me lo había puesto nunca.
Me lo quito, lo dejo sobre la cama, y me tumbo a su lado tratando de descansar
un poco; estoy agotada.
—¿¡Pero
todavía no te has arreglado!? ¡Queda media hora para que empiecen a llegar los
invitados!—los gritos de mi madre me despiertan.
—¿Qué?
¿Qué hora es mamá?—le digo adormilada.
—Son
las nueve. Llevas más de cinco horas durmiendo.
—Estaba
cansada. Ahora voy—le digo levantándome de la cama.
—A
ver qué te pones. No vayas a bajar de cualquier forma.
—Que
no mamá. No te preocupes—le digo entrando en el baño.
—Voy
a llamar a tu padre, a ver si llegan los invitados, y él todavía no está
aquí—refunfuña.
Giro
la manecilla de la ducha para que el agua fría me despierte. Me paso un buen
rato tratando de desperezarme, y salgo envuelta en una toalla. Vuelvo a la
habitación y acabo de arreglarme. Me miro al espejo tratando de encajar la
cerradura del collar.
—¿Puedo?—es
papá asomando por la puerta.
—Claro—le
digo sonriente. Se acerca a mí y me coge el collar para ponérmelo.
—Estás
preciosa. Echaba de menos tenerte por aquí en las fiestas que organiza tu
madre.
—Se
me habían olvidado ya. En París no tenía estas cosas.—Acaba de abrocharme el
collar y me giro para mirarle.
—Ven,
anda. Llevas la corbata mal puesta—le digo intentando arreglarle el nudo.
—Como
te he echado de menos, pequeña—me dice abrazándome.
El
timbre nos sobresalta. Me separo de él y le miro.
—Será
mejor que bajemos, o a mamá le va a dar algo—asiente y sonríe.
—Vamos.
Impresionante! Con Pablo o sin, con Marina o sin... todo lo haces especial! Es tu manera de escribir Nai!!! Tienes un don ��
ResponderEliminarNo dejes nunca de hacerlo ��
Valeria
Ya has vuelto a engancharme jejejeje
ResponderEliminarEs muy diferente a la otra pero me encanta ��������
No tardes en seguir porfa
Beso. M
No tienes idea del bien que me haces con tus historias
ResponderEliminarLa forma, los personajes, el entorno, la forma de explicarlo
Es todo
Gracias por regalarnos este blog
Sigue pronto Nai!! ����������������������������
ResponderEliminarBrillante excepcional maravilloso! Tu manera de engancharme a tus historias no es normal! Enhorabuena Naii, espero más muy pronto!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMee reeeencanta esta nueva novela!
ResponderEliminarBesotes de Arge!
No vas a seguir Desencuentro?
ResponderEliminarEsta me gusta mucho también pero echo de menos a Marina!
Abrazos de DF
Acabo de leer Bajo tu misma luna! Llevaba mucho tiempo sin entrar al blog y tenia ganas de volver a engancharme a tus historias otra vez! Chapó Nai siempre chapó con todo lo que escribes. A ver como nos enganchas a Alma de la misma forma que lo lograste con Marina.
ResponderEliminarUn besin guapa!
Lau
Y la chica de las cartas? Estoy ansiosa por saber! ����
ResponderEliminarAlma y Marina son tan distintas... pero me encantan ��
ResponderEliminarsigue pronto porfis!
IM-PRE-SIO-NAN-TE ����������������
ResponderEliminarAcabo de leer bajo tu misma luna y me gusta mucho!
ResponderEliminarUna historia diferente pero ya me ha atraido!
Rouse