No puedo esperar más.
Hoy tengo la agenda repleta de cosas; reunión en una
hora, consejo con el jefe del bufete a las tres… y por si no fuera poco, tengo
miles de casos nuevos que revisar, por no hablar de todas las llamadas que
tengo por hacer.
Pero… hoy todo me da igual.
¿Sabéis esa sensación en el estómago que os impide pensar
en nada más?
Los correos, mañana, seguirán ahí, y las tareas por hacer
también, así que apago el ordenador. Trato de ordenar los papeles que tengo
esparcidos por mi mesa, devuelvo los bolígrafos a su sitio, y me levanto de la
incómoda silla de mi despacho. Me recoloco la falda del traje bien, y salgo de
puntillas de la oficina intentando que nadie me vea.
Resoplo, ya en la calle. El calor de primeros de mayo me
ahoga, y me deshago de la americana. Camino decidida hasta mi viejo Seat, y
conduzco, aborrecida por el tráfico, hasta el centro comercial.
Me siento como una de esas señoras que salen cada 7 de
Enero en los telediarios, corriendo para coger las primeras “gangas” de las rebajas.
Todavía no han abierto, y espero impaciente, a que uno de los guardias, tan
puntual, abra las puertas.
Creo que jamás he corrido tanto en mi vida. No siento las
piernas. Y para colmo, las escaleras mecánicas, que podrían facilitarme la
subida, no funcionan. Llego arriba agotada, pero por fin veo la sección de
música. Allí está la dependienta colocando con gracia las primeras hornadas de Tanto. Sin pudor a que me vea alguien,
avanzo deprisa hasta los estantes, y tomo uno de los discos, ante la atenta
mirada de la encargada. Lo abrazo contra el pecho y respiro, tras haberlo
pagado.
Por fin es mío. —Ni
que fuera él—
El agua fría de la bañera de mi casa me acoge
maravillosamente. Mi cuerpo, ardoroso tras tanto trajín, agradece el cambio de
temperatura, y mi cuerpo se relaja al instante. Las primeras canciones del
disco inundan la habitación, y pronto lo hará el agua si no la paro. Vuelvo a
recostarme en la bañera y tomo un sorbo de una copa que he llenado con un Pinot Noir de la tierra que me regaló mi
hermano.
La vi llegar con andares de diva
Y pude ver que en los años y en
seducción me vencía
Se acercó a mí observando mi cara
Y no pude evitarlo
Mis piernas y manos temblaban
…
Sonrío recordando aquél día. Ni yo misma lo hubiera
contado tan bien…
—Y él es…?
—Yo-yo soy Pablo,
Pablo Mo-Moreno.—Sonrío maliciosamente. Sé perfectamente quién es, pero me
gusta hacerme la interesante. Parece nervioso. Desvío la mirada a mi falda, no
vaya a ser que se haya subido, y sea la culpable de la tartamudez del muchacho.
Es solo un crío.
Parece que no.
Vuelvo a dirigirme a
la mujer que le acompaña, una de sus agentes.
—Bien, ¿entonces él
es mi cliente, verdad?—ella asiente segura y les hago un gesto para que tomen
asiento.
La reunión transcurre
tranquila, por lo menos para mí. Él parece que se ha comido una bandeja entera
de flanes, porque no ha parado de mover las piernas, nervioso, desde que llegó.
Apenas habla, y si lo hace, procura no mirarme.
Su agente sale para
atender una llamada, y empiezo el juego. Me levanto sin atender a mi falda.
Camino decidida hasta la máquina de fotocopias, a su lado. Introduzco el papel
en la bandeja, y me giro hacia él. Ahora sí que me mira.
—Así que…
cantante—murmuro haciéndome la tonta. —Él asiente repetidas veces. Sigue
callado. —¿Y qué cantas?
—Pu-pues no sé si has
escuchado la canción de “Solamente tú”… últimamente suena mucho en..
—Ah, sí, sí—le corto.
—Así que tú eres el muchacho del tú y tú…—murmuro volviendo a mi sitio. Vuelve
a asentir, y su agente entra por la puerta.
La reunión no se
alarga demasiado. Reviso las últimas cláusulas del contrato, y les explico que
deberán volver, porque tengo que consultar algunos puntos. Me levanto para
acompañarles a la salida. Me tiende la mano, y deslizo mis dedos entre los
suyos a modo de caricia. No deja de mirarme, hasta que desaparece por la
puerta. Esos ojos me vuelven loca.
Estoy agotada. Son
más de las nueve de la noche. Debería haber salido hace horas. Recojo mis
cosas, y salgo en dirección al pub de enfrente, a ahogar mis penas.
—Un Cosmopolitan, Alberto,
por favor.
Me acomodo en el
taburete, y no tardo en encontrar la copa frente a mí. El primer sorbo me sabe
a gloria, y más al sentir, de nuevo, su mirada en mí. Está en la puerta.
Sonríe, y avanza hasta mí. Su actitud ahora se me antoja diferente. Más seguro
quizás.
—¿Puedo agradecerte
lo de antes?—me dice pícaro. Mi diosa interior se revuelve y me pide a gritos
que me lance a su boca para que no pueda hablar más.
Pide un gin tonic, y
acerca el taburete, sentándose a mi lado.
—Así que abogada…
—La mejor de la
ciudad.
—Lo sé. Por eso he
venido a verte—sonrío al oírle.
—Nunca había tenido a
un cliente cantante.
—Y yo nunca había
tenido una abogada tan… —vuelvo a sonreír. Me recorre el cuerpo con la mirada.
La falda no sé dónde estará, pero ahora es lo que menos me importa.
Toma de golpe su
copa, y me mira lujurioso.
—Así que te quedan un
par de puntos que revisar… del contrato—enfatiza.
—Ahá…
—Pues si te parece
puedo ayudarte a revisarlo…—no aguanto más. Me levanto dejando mi Cosmopolitan
a medias, y camino, seguida por él hasta la oficina. Suerte que no hay nadie, y
suerte también que tengo las llaves.
Antes de que pueda
abrir tengo su cuerpo pegado al mío. Siento su aliento en mi cuello y el calor
sigue subiendo por mi cuerpo. Me deshago de sus labios como puedo, y cierro la
puerta, entregándome al peligro.
Sus manos me rodean,
me besa con vehemencia, sin medida. Camino a ciegas hasta mi despacho, y me
empuja con fuerza hasta la pared. Enrosco mis piernas en su cuerpo y me dejo
llevar por sus manos y por su boca.
Consigo quitarle esa
camisa blanca que tanto me provoca, y deslizo mis manos por su pecho. Me quito
la pinza y dejo que mi pelo revolotee a su antojo. Vuelve a tomarme con fuerza,
me tiende sobre la mesa con cuidado, y me rindo a él.
Mi diosa interior ama tu forma de escribir! ������ jejejeje
ResponderEliminarOMG volviste con fuerzaaaa!
ResponderEliminarMe encantó Nai, no te demores tanto en seguir.
Un saludo
Y esta nueva Nai? �� Que pasada!
ResponderEliminarsigo con la boca abierta jajaja
gracias por volver
un beso ��
Estoy llorando fuertemente... Te acabo de escribir un comentario y se ha borrado jajajaj.
ResponderEliminarYa sabes cómo echo de menos los ratitos leyendote por aquí y lo mucho que me haces disfrutar.
Haces magia juntando palabras en cada línea... Gracias por hacerme sentir tan bien.
A día de hoy sé que un día pisé tu blog por casualidad por todo lo que ha ido pasando después... Y que en Febrero iré a Barcelona por un motivo maravilloso.
Todo esfuerzo merece su recompensa, los sueños se cumplen y al final todo saldrá bien...
Te adoro!!!
Me gusta mucho mucho :D
ResponderEliminarBisous
Helen
Está increíble!!
ResponderEliminarOjala pronto podamos seguir leyéndola,saludos desde México