INTRODUCCIÓN
Froto mis brazos para paliar el escalofrío que acaba de suscitarme esa carta. Mi padre la subió esta mañana a mi habitación antes de irse a trabajar.
Recojo el sobre que dejé en la mesilla de noche tratando de buscar el nombre que entre sus palabras no encontré. Pero nada. Absolutamente nada. ¿Quién será?
-¿Qué es? –Casi como un acto reflejo arrugo el papel en el interior de mi mano y la escondo tras mi espalda.
-Cosas mías. –Esboza una sonrisa socarrona y suelta una carcajada. Muy típico de Salva.
-¿Una admiradora secreta?, ¿Una amante tal vez? –Cierro la puerta con fuerza dejándole fuera, y oigo el claxon de un coche en la calle. Avanzo hasta la ventana y veo el coche de Rafa a bajo. Por fin llega.
-Mamá, me voy ya. Te llamo cuando llegue a Madrid. No te preocupes que todo irá bien. –Me acerco a dale un beso en la frente y mi hermana se acerca con los brazos en jarra y haciendo puchero, con la pequeña en brazos-. No me olvido de vosotras, no. Pórtate bien y haz caso de mamá y de la abuela. Te prometo que a la vuelta te llevo a Tivoli Word. –Sara sonríe y aprovecho para posar mis labios en una de sus sonrojadas mejillas.
Hoy toca volver a Madrid tras unas cortas vacaciones en casa. Toca empezar a grabar el segundo disco, y aunque la selección de temas está terminada, llega el momento más complicado. Es hora de plasmar en pocos minutos todo lo que hay detrás de cada una de las canciones. Rafa, uno de mis mejores amigos desde pequeño, y ahora mi jefe de seguridad, me recoge, y como siempre partimos juntos a Madrid donde nos espera el resto del equipo para ponernos a trabajar de inmediato.
-¿Preparado?
-¿Preparado?
-Creo que nervioso. –Rafa me mira sonriente y sin decirme nada más arranca el coche y partimos hacia la estación de Málaga.
Me levanto ligeramente porque noto algo en el asiento que me molesta, y descubro que es, nada más y nada menos que la carta que leí hace apenas unos minutos. ¿Pero de quién será esa carta? Digo yo que será de una chica de Málaga porque la carta estaba en el buzón y viene sin remitente…
-¿Y eso, Pablo? –Rafa me mira intermitentemente mientras conduce.
–Una carta.
-¿De una fan? –Me encojo de hombros y le miro serio.
-Supongo… no sé. Hace una mueca algo extraña y se ríe. Su risa es algo peculiar y retumba en todo el coche.
-Pero a ver, hijo mío. ¿Cómo que no lo sabes? –Le leo la carta y me mira arqueando ambas cejas.
-¿Qué, me entiendes ahora?
-Hombre… una fan… es, ahora… una fan un poco…
-Especial –musito.
-Mmmm… no era la palabra que tenía en mente pero… podría servir. ¿Cómo se llama?
-No lo pone. De hecho no pone absolutamente nada. Ni remitente. –Rafa se encoje de hombros. Parece que el tema terminó, aunque a mí me sigue rondando en la cabeza durante prácticamente todo el trayecto.
Llegamos a Madrid sobre las cinco de la tarde y en un par de horas me esperan en el estudio de Manuel Illán, mi productor para hablar sobre cómo vamos a trabajar durante el resto de semanas. Vuelvo a la vida de “Pablo Alborán”, el disfraz que ha creado este “mundo” al que tanto amo, la música, y que me toca ponerme de nuevo.
Un mes de vacaciones me sabe a poco, y más teniendo en cuenta que el último año ha sido una auténtica locura en todos los sentidos. El disco, las firmas, los conciertos, las entrevistas, las sesiones de fotos, los videoclips,… y una larga lista de tareas que ocupaban mi agenda sin permitirme volver a la realidad como Pablo Moreno, el malagueño que nació hace casi 23 años.
Cristina y Pilar son las dos personas que me hacen de madre cuando no puedo tener a la mía cerca. Pilar es la jefa del equipo demanagement, y Cristina, es, a parte de mi alma gemela, la que se ocupa de organizar esa apretada agenda de todos los días.
Luego está Rubén, mi road manager, Manuel, mi productor, y los chicos: Lolo, David, Antonio, Jorge, Porty y Miguel Ángel; mis músicos. Mi pequeña familia musical, en la que me apoyo cuando estoy lejos de casa.
Nos encontramos todos en el estudio. Parece que los chicos ya llevan días ensayando las nuevas melodías, y todo está en marcha. Mañana empieza el trabajo duro, las largas horas en el estudio para que todo quede perfecto. Parece que Miguel Ángel le ha dado la vuelta a un par de temas que no acabábamos de ver claros. Es la primera vez que trabaja con nosotros, pero es un estupendo arreglista que ha colaborado con grandes profesionales, y ahora tenemos el gran honor de contar con él, tanto para el disco como para la gira.
-Entonces el disco saldrá en Noviembre.
-¿Tan tarde? –musito. –Pero si estamos a principios de mayo. –Manuel se ríe y me mira.
-Es menos de lo que tardamos en grabar el primero, ¿no? –digamos que tiene razón… mis ansias de volver a los escenarios me pueden. Culo inquieto, me dice mi madre.
-A finales de mayo tendremos todas las bases hechas, y entonces nos pondremos con las voces. Espero que para agosto podamos grabar el primer videoclip para que pueda salir el single – continúa Manuel.
-Entonces… ¿podemos afirmar que tendremos single en septiembre? – interviene Pilar.
-Lo afirmamos –murmura Manuel. Cristina, que me conoce como la palma de su mano, se acerca a mí y me rodea con su brazo.
-Pasará enseguida. No te darás cuenta y estarás presentando el disco en Callao. –En callao dice… qué guasa tiene Cristina…
-De todas formas creo tener el orden de canciones listo. A ver qué te parece – me dice Manuel tendiéndome un trocito de papel. –El single será Tanto, no tengo dudas, pero en el disco la he bajado a la séptima para que cuando pongan el disco, no escuchen directamente el single.
-Creo que El beso la primera es perfecta. Sorprenderá. O eso espero.
Parece que esto va a ir para largo, así que más me vale tranquilizarme y acomodarme al verano de Madrid, y más concretamente al verano de un hotel de Madrid. La discográfica me prometió un pequeño apartamento en la ciudad, pero todavía están trabajando en él, así que de momento tengo que conformarme con una habitación con vistas.
Al salir de la reunión, los chicos me proponen salir a cenar con ellos. Pilar y Cristina también se unen al grupo y camuflado bajo una gorra oscura me dispongo a pasarlo bien en un ambiente al que todavía no estoy del todo acostumbrado.
-Te veo raro –me dice Porty. Porty es el más sensato del equipo, y prácticamente el primero que llegó. Es la persona idónea para tener una conversación seria, así que cuando algo me preocupa, suelo apoyarme en él. Sus consejos siempre son de gran ayuda.
-Ya sabes como soy… pensé que en un mes ya estaría todo listo. Tengo ganas de volver… tengo miedo de que todo se haya esfumado.
-¡Pero qué tontería! Lo que tiene que esfumarse es esa idea de tu cabeza. Pero si todo sigue igual. Hasta parece que va a mejor. Las fans siguen ahí, las tienes en las redes ansiosas de que vuelvas. –Inevitablemente me hace sonreír.
-Ya sabes que le doy vueltas a todo demasiadas veces… perdóname –canturreo.
DOS
-Une café, s'il vous plaît (Un café, por favor). -Un perfecto francés. El de mi madre, el de mis veranos en Toulouse y el de mis últimos siete años en París. He bajado a la gran cafetería que hay debajo de casa y observo como los pequeños que tengo al lado disfrutan de un croissant, tan común en la ciudad, y de un batido de vainilla.
-¿Disfrutando del último café en París?
-¡Cristina! Pensaba que dormirías toda la mañana... ayer te oí llegar muy tarde.
-Sí. Se nos complicó el turno con un paciente y me quedé hasta que le dejé estable.
-Vaya... último día movido..
-Sí. Se acabó ya. Vuelta a casa...
Parece mentira que toque volver... siete años después volvemos casi con 24 años y con una carrera bajo el brazo. Parece que fue ayer cuando Esther, Cristina y yo decidimos venir a estudiar a París, y hoy ya toca volver a casa; a nuestra Málaga la bella.
-¿Y Esther? -Cristina me hace una mueca graciosa y se ríe. -Ya... durmiendo -le digo riendo. Cristina y Esther son casi mis hermanas. Llevamos toda la vida juntas, prácticamente desde que tengo uso de razón.
Esther nació en el levante, pero a los dos años, por trabajo de sus padres, llegó a vivir a Málaga, más concretamente a Marbella, donde actualmente vivimos las tres. Cristina es marbellí. Es la más sensata de las tres, por qué no decirlo.
Lo mío es algo más largo de contar. Mis padres (Gabriel y Paula) se conocieron en Málaga, donde nació mi padre, durante unas largas vacaciones de mi madre. Ella nació en Touluse, donde reside todavía toda mi familia materna, pero al conocer a mi padre y a su ciudad, se enamoró de los dos y se vino a vivir con él a Marbella.
-¿Ya lo tienes todo? -me dice Cristina, ya en casa. El salón está repleto de cajas y maletas. Hacer una mudanza después de tanto tiempo, no es nada fácil, así que hemos contratado un servicio especializado para que nos lleve todas las cosas a casa.
-Buenos días -murmura Esther saliendo de la habitación. Se frota los ojos suavemente y avanza hasta dejarse caer en el sofá.
-¿Qué, cansada de tanto dormir? -se mofa Cristina. Esther le saca la lengua y se tapa la cara con las manos.
-Pues sí, lista. Estoy cansada. Ayer me quedé hasta tarde recogiéndolo todo.
-Ya... y recogiendo a Hugo también. -Le digo riendo.
-Solo subió un ratito... -musita vergonzosa. Se levanta y se acerca a nosotras apoándose en nuestros hombros. -No quiero irme...
-Yo tampoco, murmura Cristina.
-Venga chicas. No os pongáis tristes. Vendremos a pasar las vacaciones aquí. No os daréis cuenta y volveremos a estar aquí, en casa. -las animo. A mí tampoco me apetece dejar París, y más teniendo en cuenta todo lo que hemos vivido, pero en Málaga me espera mi familia, mis amigos de la infancia y el fin de mis estudios; la especialización en pediatría que tanto me apetece hacer.
La suave melodía de la puerta me devuelve a la realidad. Parece que los de la mudanza ya han acabado de subir al camión todas las cajas.
-Señorita. Vamos a empezar con su habitación. ¿Alguna preferencia? -me dice un hombre alto y rudo. Asiento y le pido que me siga hasta mi cuarto.
-El caballete y el maletín puede llevárselo ya. Con los cuadros debe tener extremo cuidado. Todos tienen un valor incalculable, así que un pequeño rasguño podría ser fatal. Haga lo que tenga que hacer con ellos pero le ruego que tenga mucho tacto.
Yo y mi amor por el arte...
Me enamora, me relaja... me lleva a otro mundo, es... mi vida. Me gusta ver todo tipo de arte, pero por encima de todo está la pintura. Mi madre es la representante de una galería de arte y desde bien pequeña he estado rodeada de óleo, pinceles y lienzos. Mi padre siempre dice que mi habitación es una pequeña galería; tengo cuadros míos, y algunas réplicas de mis obras favoritas.
Además en casa tengo una habitación, concretamente la buhardilla, en la que me refugio con mis pinturas y mis bocetos. Allí guardo cuadros que he ido pintando a lo largo de mi vida. Algunos acabados, y otros sin terminar. Retratos a carboncillo, paisajes a óleo... cuadros que tal vez algún día vean la luz en una exposición. Ese es mi sueño desde que tengo uso de razón.
Aquí en París, cuna del arte por excelencia, he tenido que conformarme con compartir un pequeño estudio con mis compañeras. El estudio donde las tres hemos pasado largas horas entre libros y manuales, y en el que tengo un pequeño rincón donde reposa uno de mis caballetes y mi maletín de pinturas.
-Alma, ¿Estás lista? Nos esperan para cenar... -Es Esther. Se ha puesto guapísima. Lleva un vestido blanco holgado, unas sandalias de pedrería, y su larga melena, suelta al viento. Sonrío y asiento
-Deja que me cambie. En diez minutos estoy lista. -Avanzo hasta la habitación y abro una de las maletas en busca de algo decente para ponerme. Nos espera el grupo de amigos que hemos hecho aquí. Algunos son españoles y otros parisinos; la mayor parte compañeros en la facultad
-Vaya…, sí que os habéis arreglado -murmuro al ver el vestido negro de Cristina. Yo he optado por unos pantalones negros y una blusa de color rosa palo.
-Tus zapatos ya visten, guapa -me dice Cristina, oficialmente enamorada de mis manolos.
Y es que otra de mis pasiones, que también he heredado de mi madre, es la pasión por los zapatos. En Málaga tengo un armario lleno de cajas con los zapatos organizados por colores. Tengo tantos que me ha sido imposible traerlos todos a París en los 7 años que llevo aquí. Y por si no tuviera bastante, al ser París una ciudad en la que la moda juega un papel muy importante, me llevo unos cuantos zapatos nuevos, comprados aquí.
-Hugo está abajo. ¿Vamos? -Cristina y yo nos miramos resignadas. Esther y sus múltiples y fornidos amantes..
TRES
Primera semana de grabación y cada día tengo más ganas de que todo esté acabado. Vuelvo al hotel. Es tarde, casi ha oscurecido. Siento una suave vibración en mi bolsillo derecho.
-Buenas noches papá.
-¿Cómo va el disco?
-Bien. Lento; como siempre… ¿Y por ahí? ¿Cómo va todo?
-Bien, todo tranquilo. Mamá a sus cosas, tu hermana loca con los pequeños, y yo acabo de llegar de trabajar. Ya sabes, como siempre.
-Yo también salgo ahora. Voy de camino al hotel. Justo acabamos de terminar las bases de la segunda canción.
-¿Y no bajarás a Málaga en todo el verano?
-Si… algún fin de semana me escaparé. Los chicos también quieren pasar algún fin de semana en sus casas, así que aprovecharé el viaje, y vendré con ellos.
-Bien, pues ya nos avisarás para venir a buscarte, porque… Rafael volvió ya, ¿no?
-Sí, Rafa me dejó en Madrid y volvió a Málaga. Aquí tengo a Rubén, no tienes que preocuparte.
-Bueno, descansa entonces hijo. Hablamos.
-Claro papá. Buenas noches. Un beso para todos.
-Buenas noches Pablo. ¡Ah, por cierto! Hace unos días te mandé un par de cartas que había en el buzón para ti. Una creo que es del banco. La otra no lo sé; venía sin remite.
El corazón me da un vuelco al oírlo. Otra carta sin remite… ¿será suya? Cuelgo el teléfono y le pido a Lorenzo que vaya un poco más deprisa. Apenas quedan un par de calles para llegar al hotel, pero muero de ganas de leer la carta, y todavía no entiendo a qué viene tanto interés por hacerlo. Ni siquiera sé quién es la chica que hay detrás de ella. Solo curiosidad, supongo.
Parezco un auténtico bobo; sentado en la cama, leyendo desesperadamente la carta que me dieron en recepción. Estaba en lo cierto, es otra carta de esa chica. Su forma de escribir… su manera de decirme las cosas tan… no sé ni yo mismo como expresarlo. Lo cierto es que es la segunda vez ya que me tiemblan las manos al tener ese trozo de papel en mi poder. ¿Quién será?
Me vuelvo loco de nuevo tratando de buscar un nombre o una dirección en algún lugar del sobre y del mismo papel, pero nada. No soy capaz de entender cómo llegarán las cartas a mi buzón. Siempre vuelvo a la hipótesis de que debe llevarlas hasta mi casa ella misma.
Un estruendo me sobresalta. El ruido proviene de la puerta, y sigiloso me acerco a ella.
-¿Pablo? ¿Estás ahí? ¡Soy Cristina!
Avanzo algo más tranquilo hasta la puerta y Cristina entra al interior de la habitación haciendo gala de su gran sonrisa.
-¿Qué hacías? Llevo llamando diez minutos. Pensé que pasaba algo.
-Perdona. Estaba distraído y no oí la puerta. ¿Ha pasado algo? –Cristina sonríe y mete la mano en su bolso tratando de buscar algo. Desconcertado por su visita me siento en la cama y escondo la carta en la mesilla de noche.
-Voilá –exclama mostrándome la carátula de mi película favorita. –La vida es bella y palomitas. ¿Qué más se puede pedir?
Cuando estoy con Cristina olvido que existe el resto del mundo. Y no penséis mal. Su teoría es que al nacer nos separaron y el destino ha querido que volvamos a encontrarnos, y la verdad es que cada día estoy más convencido de ello. Nos gustan las mismas cosas, y nos entendemos a la perfección. Además, su chico es uno de los hombres más nobles que he conocido en mi vida, y a veces se apunta a alguna de nuestras locuras.
-Las palomitas ya están aquí. Y he pedido chocolate desecho también. –Sonrío y me tiende el bol de chocolate. El meñique me sirve para degustarlo; hacía demasiado tiempo que no comía chocolate.
-Cris, tengo que contarte algo. –No puedo ocultarle lo de las cartas; al fin y al cabo, ¿quién mejor para desahogarme?
-¿Qué pasa Pa? –Pa, esa es su cariñosa forma de llamarme. Me levanto de la cama y me acerco hasta la mesilla para sacar las dos cartas. Se las entrego y me mira extrañada, pero enseguida abre la primera y se pone a leer. -¿Y esto? –le hago un gesto para que tome la segunda y hace la misma operación. La deja sobre la cama y golpea suavemente el colchón para que me siente a su lado. -¿Quién es?
-No lo sé. Llegan sin remitente. La primera la recibí cuando estaba en Málaga, justo antes de venir para Madrid, y la última me la ha mandado mi padre; la encontró esta semana en el buzón.
Achina los ojos y mira las cartas pensativa.
-¿Alguna idea de quién puede ser?
-En absoluto.
-Ya… y… ¿no será alguien que las deja en tu buzón? Porque sin remite…
-Eso es lo que he pensado yo también, pero la cosa es quién.
-Pues tendrás que averiguarlo. –La miro serio y suelto una carcajada. Está más loca de lo que pensaba.
-¡¿Qué?! Tendrás que salir de dudas.
-¿Pero cómo quieres que lo averigüe, Cris? ¿Pongo un detective en la puerta de mi casa?
-Pues no sería mala idea, pero creo que no hace falta tomarse tantas molestias. ¿Por qué no vas este fin de semana a tu casa e intentas cazarla? Al fin y al cabo hasta el miércoles no podremos seguir con las bases de Tanto…
-¡Qué haría yo sin ti…! –Sonríe y tira de mí.
-Ahora pon la película o acabaré durmiéndome.
Pues dicho y hecho, vuelta a casa. Recojo las cosas y decido poner solución a tanto misterio. En definitiva prefiero pasar los días libres en mi casa con las pequeñas que quedarme en el hotel y tener que salir camuflado y con máximo cuidado.
Pesaba marcharme en el coche con los chicos, pero parece que Lolo esta vez se queda en Madrid a preparar unas cosas de su nuevo trabajo con su hermana Cheché, y Antonio también ha decidido quedarse con David en la capital. Así que toca volver a Málaga en tren junto a Porty, que me acompañará hasta allí y luego cogerá un autobús hasta Granada, su tierra.
CUATRO
— ¿Preparada para reencontrarte con Rodrigo? —Tendrá guasa… La miro cual emoticono enfadado.
—Cállate boba—. Sigo contemplando como poco a poco la ciudad de la luz se hace pequeña a nuestros pies. Llegó el momento de volver a la realidad.
— ¿Qué vas a hacer? —insiste Cristina— ¿Le vas a decir que has estado con otro?
—No tengo que darle ningún tipo de explicación a nadie. A Rodrigo lo eligió mi madre; no yo. Ni que tuviera algún tipo de derecho. Yo con mi vida hago lo que me da la gana —sentencio.
—Aquí la única que va a tener que dar explicaciones es Esther… la que ha liao el pollito…—murmura Cris.
—¿Es que siempre tengo que estar en todas las conversaciones? Yo no he liao nada—. Cristina empieza con su habitual risa malvada y se gana una mirada asesina de su compañera de asiento.
—Deja que piense —murmura pensativa. —Fabien, Eric, Gérard, Pierre… ah, y Hugo, ¡cómo no!
—No sé de quienes hablas… —murmura.
—¡Dios! ¡Pero tendrás morro! ¡La madre que te… —Ahora es Esther quien suelta una carcajada. Menudas somos…
Rodrigo es el novio perfecto; para mi madre, claro. Quiero decir, desde que cumplí los quince años mi madre no hace más que insistir en que Rodrigo es un buen partido, guapo y con estudios, y que además, su familia es inmejorable. Os cuento… la mamá de Rodrigo; Elsa, es la mejor amiga de mi madre…. Supongo que ahora vais entendiendo de qué va todo esto…
No digo que Rodrigo sea mal chico, ni feo; ni que su familia sea mala, por supuesto, al contrario. Rodrigo es alto, moreno y con un porte envidiable. Es dos años mayor que yo, y lleva ya unos años trabajando en el hospital de mis sueños; donde siempre he querido trabajar. Su familia es… repipi, no sé cómo decir… aunque tampoco puedo hablar mucho, no soy la más adecuada para hablar de esas cosas….
Estamos acostumbrados a que en las fiestas que organiza mi madre, prepare también algún tipo de encerrona para que acabemos solos, aunque Rodrigo siempre se ha portado muy bien conmigo. Estos últimos años mi madre no hace más que decirme lo guapo que se ha puesto Rodrigo, lo buen médico que es, y que se ha comprado un coche increíble. Mi madre y su santa manía de emparejarme…
En París conocí a un chico. Nada serio, nada como para dejarlo todo y quedarme con él allí… digamos que el amor no ha tocado todavía a mi puerta. Él era Oliver, de padre francés y madre Italiana. Un chico especial… con el que pasé momentos increíbles, pero del que me despedí hace unos días con la intención de no verlo más.
Señores pasajeros, les habla el capitán. En breves momentos tomaremos tierra en el aeropuerto de Madrid Barajas. La temperatura exterior es de 24 grados. Durante el aterrizaje no se levanten, abróchense el cinturón y no desplieguen sus mesillas. No desabrochen su cinturón hasta que el avión no se detenga por completo. Deseamos que hayan tenido un buen vuelo, Gracias.
—Llegamos… —murmura Esther con el semblante triste.
—¿Y si nos quedamos en Madrid unos días? Celebremos que esta aventura acaba aquí… —interviene Cristina.
—Mi madre me mata… y la vuestra también… —les digo abrochándome el cinturón.
El avión aterriza sin problemas, y bajamos por la escalerita de éste para pisar tierra firme. Un microbús nos acompaña hasta la zona de recogida de maletas. Parece que va para largo…
Un rato después parece que la cinta empieza a correr con maletas. Nos acercamos un poco más para esperar a que salgan las nuestras. Cuando diviso lo que parece mi maleta avanzo rápido sin reparar en qué tengo delante, segundos después mi cuerpo choca contra algo duro, provocándome una dolorosa caída.
—¡Maldita sea! —grito levantándome del suelo. Veo como me ofrecen una mano para levantarme pero molesta por el incidente, decido levantarme por mis propios medios. —Podrías tener un poco más de…. ¡Oh, dios mío!— Mi cuerpo se bloquea instintivamente. El chico que tengo delante no es ni más ni menos que Pablo Alborán. Veo como sonríe al ver mi estado de shock. Recoge mi bolso del suelo y me lo tiende.
—Toma, aquí tienes. Lo siento, mi maleta estaba saliendo y no me fijé en…
—Tranquilo —le corto. Yo tampoco miré por donde iba… perdona.
Bajo la mirada sin remediarlo. No puedo aguantar sus ojos clavados en los míos. Estoy más nerviosa que en toda mi vida tanto que las piernas empiezan a flaquearme y caigo sin querer entre sus brazos.
Me sostiene con fuerza y aspiro el dulce aroma a especies que desprende su cuerpo.
—¡Alma! ¿Estás bien? —me dice Cristina acercándose a mí. Reacciono enseguida y me separo rápidamente de él.
-¿E-Estás bien? —balbucea mirándome, otra vez, fijamente.
-Si… si… ha sido el susto… no- no te preocupes —murmuro. Cristina me sujeta con fuerza y él me mira con la mayor ternura que he visto en mi vida.
—Bueno… yo… tengo que irme. Disculpa de nuevo por el golpe. Hasta pronto.
Me quedo mirando como una tonta como desaparece por la puerta de la zona de equipajes. Todavía no puedo creer lo que acaba de ocurrir.
—¿No es ese el de tú y tú? —murmura Esther.
—Ahá… era Pablo Alborán — comenta Cristina.
—Pues está como un queso— dice Esther antes de morderse el labio.
–Y lo bien que huele… —murmuro.
Me paso el trayecto hasta Málaga pensando en ese inesperado encuentro. Cristina y Esther se han quedado dormidas, y no despiertan hasta que el avión no toma tierra en el aeropuerto de Málaga.
Y lo único que falta en la bienvenida es la pancarta. Ha venido toda mi familia, la de Cristina, la de Esther, y nuestros amigos. Ah, y Rodrigo, por supuesto.
—¡Cariño! ¡Por fin en casa! —Me dice mi madre abrazándome—. ¡Bienvenue! Ha venido Rodrigo a verte… —me susurra al oído. Me separo de ella y tras abrazar a mi padre y a mi hermana, Rodrigo se acerca a mí con cara de eterna disculpa.
—Lo siento… tu madre… —le abrazo y sonrío.
—Lo sé… no tienes que preocuparte. Gracias por venir.
—Bienvenida a casa…
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